Recuerdos de mujer.

Puedo recordar el calor de su piel, acaramelada dulce y tentadora, su picardía infantil y sus cambios de humor. Era pequeña, una de esas mujeres que es propensa a los abrazos, pero sobre todas las cosas, puedo recordar dos: su necesidad de libertad y su olor. 

Ella embriagaba mis sentidos, exaltaba mis deseos, me perdía en un segundo con la caricia de su aroma, perdía por completo el control y cuando lo recuperaba caía víctima de sus libertades, de esa fuerza vital que la hacía especial, esa necesidad de correr solo por sentir el aire rozándole la piel. 

Ella cargaba consigo un silencio inquietante, un suspiro siempre entre sus labios, sí, esa mujer podía hacer que perdiera el aliento y gracias a ella tuve tiempo, libros y una leve dosis de esa libertad arrebatadora, esas ganas de huir sin destino. Sí, gracias a ella me tuve durante mucho tiempo. Esa pequeña mujer era gigante, aún de vez en cuando encuentro su aroma en el viento. Puede que se recuerde bien con la vista, el oído o el tacto, pero solo se marca con lo que no se controla, solo se esculpe un recuerdo cuando se encadena la imagen, la caricia, la temperatura y el sabor al olfato. 

Ella corre libre entre mis recuerdos y la mayoría de ellos son gratos, palabras, momentos y apodos extraños, pareciera que Patrick Süskind lo hubiera narrado, pues preso de tu aroma, cualquier hombre puede yacer suspendido en el tiempo mientras recuerda la sonrisa con la que te muerdes los labios. Para ser sincero, nunca he sabido si debo odiarla o amarla, su piel me acelera la respiración, su cuerpo me hala, su imagen es fuerza de gravedad para mis perversiones, mis deseos y pasiones, en tus labios puedo oler el miedo, puedo imaginarme tus gemidos, el contacto con tus ojos, la humedad de tu entrepierna y el calor de tu pasión, el filo de tus dientes y el tacto de tus pezones endurecidos, tú me calmas y me aceleras, tú me provocas, es tan simple como eso. 

Yo simplemente quiero que sientas esa descarga de electricidad recorriéndote la espalda, sonrojándote, acalorándote y escurriéndosete entre las piernas, así, grotesca como la vida, que no la vistas de emociones o sentimientos, su naturaleza, al igual que la tuya es estar desnuda para que la textura arenosa de tus pezones hechos piedra y la humedad calcinante de tu sexo hecho fuego, pueda maridarme esa esencia afrodisiaca que me deja sin aliento, perdido y embriagado… sin tiempo, ni espacio; sin razón. 

Quiero tenerte cerquita, muy cerquita, que las respiraciones se entrecorten, que los labios se abracen, que las voces tiemblen, que huela a miedo, que vuele el tiempo… corre, corre de mi lengua, de mis letras, escóndete tras cada moralismo, huye en búsqueda de la fortaleza para mantener firmes las piernas, trata de encontrar paz y de mantener seca la entrepierna cuando me recuerdes, porque incluso las sábanas te recordarán mis caricias. Yo seré la imagen que avive tu fantasía, el pecado que habite en tu imaginación y de mí estará impregnado siempre el ambiente en el que te entregues a cuerpos desconocidos en búsqueda de sensaciones vividas, tu éxtasis, tu adrenalina, yo seré el que te recorra, tu dosis de endorfinas… gime, grita y abraza mi recuerdo… porque ahora parto, me alejo de tu cuerpo, de tu sueño, ahora me voy mientras aún palpito entre las venas de tu recuerdo.

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